Desde la trinchera....

El día de hoy, después de haber visto la película de Julia & Julie, me sentí inspirada para compartir muchos detalles, información y formación que llega a nuestras manos y a menudo se queda ahí, sin llegar a otros.


El blog se llama desde la trinchera porque a menudo la vida diaria es una lucha, donde ganamos y perdemos, donde trabajamos y nos desgastamos; donde tenemos compañeros de lucha; éxitos y fracasos. Y de compartir nuestras experiencias podemos sacar nuevas luchas, nuevas ideas y nuevas aspiraciones.



¿Cuáles son las tuyas?







domingo, 27 de febrero de 2011

La maravillosa montaña rusa de la maternidad

Cuantas veces antes de ser mamá, di una mirada reprobatoria a alguna madre, que jadeante, se esforzaba por controlar a un niño en medio de una rabieta, o aquellas que por alguna extraña razón no podían callar a sus hijos en medio de una multitud en espacio pequeño y cerrado.


Los años y mis hijos me hicieron ver una realidad que va mucho más allá de una rabieta, un llanto estruendoso o un niño descontrolado. La maternidad es una hermosa aventura desde el inicio, algo similar a una montaña rusa en donde no puedes ver nada, lo único seguro es que sentirás que el estómago sube y baja, algunas veces tendrás náuseas; otras el miedo te arrancará gritos ensordecedores….y todo en un mismo día. Al anochecer y verles dormir, después de besarles, irás a dormir con la finalidad de reparar tus fuerzas (y algunas veces tu cordura) para volver a subirte al día siguiente, con la misma emoción e incertidumbre del primer día a esta montaña rusa llamada maternidad; sin tenar la más remota idea de que te depara tu “montañita” para el día siguiente.

La maternidad no es fácil, si lo fuera ¡cualquiera lo haría! Es el don maravilloso de Dios al entregarte un pedacito de cielo, que te hará inmensamente feliz y que al mismo tiempo (como se lo predijeron a María el día de su purificación), una espada atravesará nuestro corazón tantas veces como días existan en nuestra vida. Los niños no vienen con instructivo; recuerdo mucho haber visto un sinfín de anuncios en donde se podía ver plácidamente a la mamá acurrucando a su hijo sobre su pecho, en una mecedora y todo en total armonía. Algunas habrán tenido la experiencia, pero yo descubrí una realidad “paralela”, un hermoso niño, perfecto ¡con un pulmón colosal!, que no paraba de llorar. Ahí descubrí que la maternidad es un don maravilloso y transformador, la mujer que no entendía porque una madre no puede callar a su bebé, se enfrentaba hoy a una realidad diferente: cuando eres madre, no puedes controlar el llanto de tu hijo, su comportamiento, formas de aprendizaje o postura ante determinadas cosas, lo que si cambia es que tu tolerancia olfativa (por aquello de los vómitos y pañales), paciencia, capacidad de desvelo, creatividad para inventar estrategias de distracción, tolerancia al dolor, capacidad de asombro y de risa o llanto fácil (al contemplarlo). Todas aparecen ahí, en nuestro sistema por arte de magia (magia divina claro está). Entendí entonces y sigo desarrollando la idea desde hace 12 años, que la maternidad no sólo hace el milagro de la vida de nuestros hijos, sino que transforma a los padres.

En esta montaña rusa, el carrito es de dos. Y aunque sin duda encontramos valioso ejemplos en padres o madres solteras, el carrito está hecho para dos, pues de lo contrario la persona se encontrará golpeándose de un lado a otro del mismo, lo que sin duda le causará algo de dolor y problemas, adicionales a aquellos que bautizaré como “efectos colaterales” de la maternidad. Se tiene que tener un cinto de seguridad para no salir volando y tener un doloroso accidente, este cinto sin duda es la familia, los amigos, la escuela de padres que podamos encontrar, a fin de que ante las diversas turbulencias connaturales a ser padres, estemos al menos medianamente preparados. Ese cinto de seguridad también es la comunicación con la pareja; ese apretarse hasta entender que el trabajo es de los dos y que sin importar las subidas o las bajadas tendremos la certeza de que está un brazo amable, una caricia curativa para ayudarnos a pasar el susto o bien para compartir alegrías.

La educación y crianza de los hijos rara vez obedecerá las leyes de la lógica, o incluso las de la gravedad, es casi seguro que 2+2 no será cuatro, será cualquier otra respuesta, excepto la esperada. ¿Cómo puede ser lógico el que se trate, sin desfallecer, de hacer comer al hijo brócoli sin éxito, para que un día campante y orgulloso regrese de una casa ajena hablando de su último hallazgo…..el brócoli?; ¿Cómo surge el instinto asesino en una mujer dulce cuando alguien “toca” a su bebé, aunque este tenga 3 ó 30 años? ¿Cómo puede entenderse en el momento mismo del parto todo lo que nuestra madre ha hecho por nosotros y hasta ese momento era algo ajeno? ¿Cómo surgen las lágrimas desde lo más hondo, por el simple hecho de verle “bailar” en un festival? ¿Como logramos de pronto ser capaces de dar la vida por ese milagro que nos entregan entre las manos?... preguntas sin respuestas certeras, sólo hay algo interno que te guía, en el aprender de cada nuevo día: instinto materno.

Podemos claro caer en el desánimo, sin duda algún día (el que seguro la curva de bajada de la montaña es bastante empinada) podemos encontrarnos con algo “nuevo” ante lo que nos sentimos impotentes, desesperadas…. Sin duda ese día se debería marcar en el calendario, pues tenemos que emprender una nueva aventura, a una montaña aun más alta y más incierta: el crecimiento de nuestros hijos, que sin duda nos llevará a buscar más respuestas, rezar más, esforzarnos más allá de lo propios límites, enseñándonos que independientemente del resultado que se presenta en nuestros hijos, ellos nos han transformado en una mejor persona, aquella que cada día aprende a amar más, a amar mejor, a luchar contra el mundo y contra sí misma, a sonreír cuando se le está rompiendo el alma, a creer más allá de lo posible y a ser capaz de contemplar el milagro que se da cada día frente a sus ojos….el milagro llamado hijo.

Sin duda, es el mejor viaje de la vida, una montaña rusa que nos hace mejores, no por esfuerzo propio, sino por los maestros llamados hijos y en donde lo único seguro es el amor…..amor que todo lo puede, amor que todo lo da.