Querido y
querida, a ti que no me quieres…
Por: Karina
Talamás de Cadena Abril 2013.
Te escribo sin poner tu nombre, porque no quiero
lastimarte, porque tu cara se ha cambiado muchas veces a lo largo de mi vida.
No siempre eres la misma persona. Tu nombre varía, tus facciones y la forma en
la que te quiero.
Hace mucho tiempo, aprendí, gracias a ti que el amor de
sangre no es amor, debería (como muchas veces), pero no lo es. Por ti aprendí a que no puedo
pasarme la vida preguntándome que es lo que hice mal, o como puedo complacer a
alguien a quien nada le bastará. No confundas mis palabras…..o más bien debería
decir, que si no me explico, me lo hagas saber, pues (aunque te cueste trabajo
entenderlo) no quiero lastimarte, ni molestarte, ni incomodarte, porque siempre
seremos familia.
Hice muchos esfuerzos, créeme; consciente estoy de que
tengo muchos errores, sin embargo pido perdón por ellos; pero al menos ninguno
fue consciente. Conforme fui creciendo, busque tu cariño, tu aprobación, al
principio por mí, después por no ver a las personas que más quiero (mis papás y
ahora mis hijos) dolidas por tu rechazo. Y el tiempo pasó, y cada intento se
convirtió en desilusión, cada esfuerzo en dolor… hasta que tomé una decisión:
Quererte por el don que significa que seamos familia, respetarte porque
llevamos la misma sangre, estar siempre buscando lo mejor, pero esperando lo
peor: en resumen quererte gratis, pero me cuesta, como seguramente te cuesta a
ti, pero no sabes cuánto quisiera saber ¿porqué?
Haciendo hipótesis llego a pensar que tal vez piensas que
mi vida es muy buena, tienes razón. Sin embargo pregúntate o pregúntame y verás
que todos llevamos (en la propia forma) una dosis de sufrimiento y de dolor.
Cada uno lleva su peso, la ventaja que Dios me dio es que, con su gracia, si me
caigo me levanto, que busco lo bueno y en ello se me va la vida. No tienes idea
de lo que pasa en mi corazón (como yo no sé lo que pasa en el tuyo), por ello
te contaré un poco. Hay mucha felicidad en mi vida y también hay un dolor
incalculable que me rompe el corazón en lo cotidiano de mis días; siempre será
más lo bueno, pero no por ello deja de doler. Así es, lo que piensas de mí
familia, de mí, lo que hablas a mis espaldas, me dolió, porque no pareces saber
que nada duele más que ver los errores de los hijos y que no les sean
perdonados; nada duele más que ver el corazón de mi madre desecho una y otra
vez porque no respondes a su cariño.
Duele mucho, pero no me quedaré estacionada en este dolor.
La vida es lo que queramos hacer de ella (con la gracia
de Dios) y yo no quiero vivir así, quiero poner por encima de estas terribles
ganas de decirte lo que te escribo, el hecho de decirte que si de algo te
sirve, aquí está mi persona, aquí está
mi familia, aquí esta… pero no confundas, no me vas a lastimar. Si quieres
decirme o reprocharme algo, no daré pretextos, no me cerraré; pero si no tienes
razones para juzgar con tanta dureza, si no hay porque me quieras lejos,
entonces, ayúdame a entender si lo que necesitas es que esté distante, no voy a
imponerte mi presencia; pero no puedes negarme el derecho de ver a quien me
quiere. No tengo derecho a pedirte que me quieras, pero si puedo pedirte que no
me hagas daño, nadie ama lo que no
conoce, sin duda NO ME CONOCES, yo quiero conocerte, pero no depende de mí.
La pelota está en tu cancha, tú decide, pues no es la
sangre lo que nos hace familia, sino el corazón.
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