Desde la trinchera....

El día de hoy, después de haber visto la película de Julia & Julie, me sentí inspirada para compartir muchos detalles, información y formación que llega a nuestras manos y a menudo se queda ahí, sin llegar a otros.


El blog se llama desde la trinchera porque a menudo la vida diaria es una lucha, donde ganamos y perdemos, donde trabajamos y nos desgastamos; donde tenemos compañeros de lucha; éxitos y fracasos. Y de compartir nuestras experiencias podemos sacar nuevas luchas, nuevas ideas y nuevas aspiraciones.



¿Cuáles son las tuyas?







jueves, 16 de agosto de 2012

Castillos de arena

Hace algunas semanas me encontré plácidamente sentada frente a una de las muchas hermosas creaciones de Dios: el mar. Acompaña de mi familia, compartimos un hermoso pedazo de nuestras vidas haciendo castillos de arena en la playa y sentí la necesidad de compartir lo que fue verlos construir sus castillos de arena.
            Uno de ellos hacía creaciones complicadas, con túneles, áreas elevadas, pasadizos e incluso una vía que llevaba el agua de las olas a partes de su castillo. La otra escarbaba sin cesar, haciendo un hoyo tan profundo que podía caberle medio cuerpo dentro. Mientras los contemplaba pensé en “sugerirles” cambios, a uno que estaba mal la entrada del agua, a la otra que se iba a enterrar completa en ese hoyo, que mejor tratara de hacer algo más “estético”; al empezar a dar rienda suelta a mi imaginación me di cuenta que mientras yo pensaba como “optimizar”, “mejorar” e incluso ayudarles a iniciar “un castillo como debe” me detuve a contemplar la sonrisa orgullosa de cada uno por su creación, su mirada buscando mi admiración ante las obras únicas de arte en arena y entendí una gran lección: nuestra misión como papás no está en imponer cambios,  rehacer por completo sus castillos (lo parezcan o no), o solucionarles problemas de edificación, organización y fallas técnicas.
            En realidad la misión que nos ha tocado es sentarnos a contemplar su obra, no desde la estatura del adulto, sino sentarnos a su nivel en la playa, para ver las cosas desde su perspectiva, para admirar su trabajo especialmente por ser creación de ellos, no por la “perfección” que tenga. La misión más hermosa es disfrutarles cuando cada uno a su manera particular y única va cambiando el mundo que le rodea (pues nadie que se precie de estar vivo puede dejar el mundo igual), creando su aportación, trabajando en el camino de su propia vocación, siguiendo inspiraciones que podremos no entender, pero no por ello invalidar o cambiar.
            En medio de aquellos pensamientos, uno de ellos me extendió una pala y con la mirada tierna como quien no quiere dejarte “fuera del juego” me invitó a construir el castillo, a participar. Aprendí que si hacemos bien nuestro trabajo, estaremos siempre ahí para cuando quieran ofrecernos una pala para colaborar, para apoyar en el área que nos pidan o bien para sacar del hoyo a la que se le inundó con las olas traviesas. Nos toca contemplar, admirar, disfrutar y sin duda sufrir cuando veamos un castillo romperse, desplomarse o ser destruido por ajenos y darles fuerzas para volver a empezar.
            Estar ahí para disfrutar la maravillosa obra y para consolar y dar ánimo cuando las palas y el corazón se rompan. Son castillos de arena que cada uno hemos tenido y vivido, pero sin duda como padres nos toca apoyarles a realizar sus sueños, educándoles en los valores y las virtudes, que cada uno construya su castillo con bases sólidas del amor incondicional de sus papás y conscientes del inmenso amor de Dios.
            Pero lo que importa es que construyan ese castillo, que sepan que siempre les acompañamos, que cuando nos lo pidieron les dimos el apoyo, admiración o consuelo requerido, para que además de una hermoso y único castillo, tengan en la memoria un momento que les permita asegurar que sin importar el castillo o lo que pase con él: siempre lo amaremos y estaremos ahí.

lunes, 2 de julio de 2012

Corazones rojos y corazones rotos.


Contemplaba los cuadros que compramos hace poco, una pared blanca, un marco con un corazón plateado enmarcando un rojo corazón de vidrio soplado; en la parte de en medio un reloj y finalmente un marco con un corazón plateado dividido en dos partes. Al contemplar la pared, que tanto disfruto, de alguna manera pude ver que esa pared representa lo que es la vida y el amor de una manera muy simple.

            El tiempo es y será siempre constante, un valioso recurso no renovable, algo que no puedo detener, ni regresar. Un corazón rojo, brillante, repleto de aire y vida representa todas aquellas veces en las que el amor es el centro, nos da felicidad, sonrisas, ilusiones, esperanzas. Y finalmente el corazón que queda…plateado, corazón roto; este representa todas las veces que el amor nos lleva a sin sabores, a momentos doloroso (aunque nos hagan crecer), o nos desilusionan, nos llevan a derramar lágrimas, sentir dolor o impotencia.

            Cuando pusimos los cuadros, por azar el cuadro del corazón roto quedó ligeramente más arriba que el de vidrio soplado, mi esposo me preguntó ¿porqué pusiste el corazón roto en la parte superior?, me encogí en hombros pues en realidad había sido la persona que los puso, quien había decidió cual poner más arriba. Hoy entiendo que aunque sé que la pared es fija, en la realidad – como una rueda de la fortuna – estos suben y bajan.  Y es entonces cuando encuentro que me aferro al rojo corazón o bien me puedo sentar a reposar en la nostalgia; creo más bien que la madurez de cada persona puede encontrarse en el sano equilibrio entre estos tres elementos, el tiempo infinito pero limitado para nuestra vida y la sucesión involuntaria de momentos de dolor y gozo; de amor y desamor; de ilusión y desilusión. Pero con la plena certeza de que siempre hay esperanza. El dolor de una persona amada, la muerte de alguien que amamos profundamente, la pequeña o gran derrota de un hijo, la caída de un bebé en el parque….todas ellas nos llevan a vivir y sentir, lo importante es ¿Qué voy a hacer con eso?¿Pasaré la vida queriendo evadir los momentos difíciles?¿Aprovecharé al máximo los cuadros con el corazón rojo?¿Lograré entender que la única persona en el universo que nunca falla es Dios y que todos estamos expuestos a equivocarnos, a lastimar (aún sin intención)?.
            Lo que si me queda claro es que sin sacrificio no hay victoria, y del amor y del dolor se sacan (si así lo deseamos) experiencias que nos ayudarán a ser mejores seres humanos. Y para cerrar me encantó una frase que le dieron a mi mamá “Podemos aceptar que los pájaros del dolor vuelen sobre nuestras cabezas, pero no podemos permitir que hagan sus nidos sobre ellas y menos que aniden en nuestro corazón”.

jueves, 28 de junio de 2012

Y del Amor ... ¿Qué?

Y del amor… ¿qué?
Ing. Karina Talamás de Cadena      Junio 2012

Hoy en día se habla de amor por todos lados,  en las canciones (algunas a favor, algunas en contra), en películas, videos, novelas. Busqué la definición y encontré en el diccionario de la Real Academia Española la siguiente definición: “Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. “ Sin embargo esta no llega más que a la parte más básica, a una definición a medias de lo que es en realidad.      

No me considero con los conocimientos, o la capacidad de dar una definición propia del amor, pero si puedo decir que tengo la fortuna de haberlo visto y vivido de muchas maneras a diario.  ¿Quién que goce del don de amar y ser amado, puede a  veces sentir ausente el sentimiento y sin embargo, saber que se daría hasta la vida por su esposo u esposa?¿Quién no siente el corazón romperse tras la desilusión de un hijo que llora entre nuestros brazos?¿Quien no desea correr a los brazos de su madre después de tener a su primer hijo para decirle un “gracias mamá”, que las palabras no pueden expresar?¿Quien no ha contemplado a un niño en la calle sentado entre tierra, jugando con un pedazo de cartón o una piedra, y enviarle a lo lejos a su madre (que está vendiendo chicles) la más dulce sonrisa de amor y agradecimiento?¿Quien no ha visto arrodillarse con la edad avanzada en las rodillas a una persona ante Jesús Eucaristía?¿Quien no ha tenido que sonreír y dar esperanza cuando por dentro se siente desgarrada?¿Quien no sonríe ante la dulce imagen de dos enamorados de 20 o de 80 años?. Todos sin duda conocemos el amor, el verdadero, no el impostor que nos venden barato en el mundo hoy.

El amor verdadero, el que es para siempre, no se encuentra en un disco, ni en aplicaciones, ni en el ciberespacio. Ese amor se encuentra en todas partes esperando a ser descubierto, nos sorprende a cada paso, en la sonrisa del desconocido, en la amabilidad de quien nos abre una puerta, en aquellos que pronuncian “Que Dios lo bendiga”, pero sobre todas las cosas lo encontramos en aquel que por amor se hizo hombre y espera cada minuto por nosotros, con el corazón en llamas y los brazos abiertos; el amor que busca el corazón del hombre y la mujer, puede sentirse pleno solo cuando se acerca a Dios, cuando el llena nuestras expectativas por ser el único que nunca falla, que nunca abandona, que siempre ama. Y entonces cuando nosotros le damos entrada, podemos sentir la gran necesidad de darlo a otros, es ahí cuando somos capaces de romper el caparazón del egoísmo y los propios límites, cuando entiendo que no soy yo, sino El quien todo lo puede y en los misterios de su amor ha querido contar con nosotros para amar y comprender a los demás. 

Es ahí cuando miramos la cruz, que entendemos que no amamos para ser felices, sino para hacer feliz al otro; cuando se da la vida por el bien de los demás, se encuentra paradójicamente el bien propio y la ansiada felicidad. Pero es difícil amar con esta medida, sin la experiencia de sentirse amado por El. Así que haz la prueba, ama (como decía Santa Teresa) hasta que duela. O bien nos quedamos con la frase de San Agustín “Ama y haz lo que quieras”.

miércoles, 6 de junio de 2012

¿Bella Durmiente o Principe Valiente?

Por Karina Talamás de Cadena                                                                        Junio 2012-06-06
            Últimamente hemos visto aparecer en las películas y en la televisión diferentes versiones de los cuentos de princesas y por lo tanto príncipes. Entre uno de los que más me gusta es el de “La Bella Durmiente”.
            En mi opinión la vida no es tan diferente a los cuentos. Cada uno de nosotros elige el papel que quiere representar, no sólo en su propia historia, sino en la historia universal. Podemos ser como la Bella durmiente, pasar una vida feliz, querida, pero en algún momento dejarnos engañar (a pesar de las advertencias de las hadas que son nuestra conciencia) y caer en el letargo de un profundo sueño. Este sueño puede ser la mediocridad en lo que hacemos; la ira constante en nuestra actitud; el negativismo en el que culpamos a todos; las excusas que me repito para no cambiar o hacer lo que debo; el materialismo que no me llena pero del que no puedo abstener; el relativismo que me lleva a no comprometerme con algún ideal, ni a ningún apostolado; la crítica constante; y así podríamos seguir enumerando múltiples letargos que nos llevan a un sueño tan profundo que puede desperdiciarse en ello la vida.
            Por otro lado tenemos a los príncipes valientes, aquellos que luchan por amor, aquellos que con la espada de la generosidad van rompiendo las enredaderas y espinas de los dolores, de los desaires, de las críticas, del desánimo que seguramente se encuentran al inicio del camino. Después se enfrentará al  grandísimo monstruo del propio egoísmo, del apego, de los defectos, se enfrentará a esa bestia grande que a menudo nos parece que no podremos vencer, pero que como diría San Pablo, el amor todo lo puede.
            Es así como podemos contemplar nuestra vida, y elegir el rol que deseamos tener. En definitiva se ve tentador el dormir placenteramente, mientras el mundo gira alrededor, pero nos perderemos lo mejor que tenemos: la vida que Dios nos dio y la felicidad de explotar nuestros dones. Por otro lado hay que notar que en nuestra sociedad actual existe una gran demanda de príncipes (masculinos y femeninos) que sean capaces de luchar por despertar no solo a una persona, sino a muchas, para que a su vez rompan poco a poco, cada una el hechizo maléfico de un mundo que no se arreglará solo y que requiere de muchos príncipes capaces de pelear batallas, en donde a menudo se sentirán a punto de la derrota, sin embargo sabiendo que Dios está presente, no puede borrarse del escudo de nuestra Fe el que “Todo lo puedo en aquel que me conforta”, sin El no somos nada, con El somos guerreros invencibles, con errores humanos, con espinas, con monstruos, pero en la medida que sea El y no nosotros quien pelee, entonces podemos tener la esperanza certera de que hemos ganado y que por una sola bella durmiente que despierte para tomar el escudo, la espada y esté dispuesta a acompañarnos en la lucha… entonces no habrá cansancio en vano, ni amor no correspondido, solo habrá la paz de haber vivido para servir; tal como se ha dicho “El que no vive para servir, no sirve para vivir”, viviendo así seguro podremos escribir al final del nuestra vida…y vivieron felices por siempre.

jueves, 19 de abril de 2012

¿Sueño o pesadilla de la madre de un adolescente? Por Karina Talamás de Cadena

                El día de ayer enfrenté uno de los sentimientos más confusos, fue la mezcla similar al parto, una mezcla caóticamente maravillosa entre dolor y alegría. Uno de mis hijos, salió con un amigo mayor, hacia una práctica de porteros. Cuando esperaba que llegara alrededor de las 8 vi avanzar con lentitud el reloj, pasé una angustiosa hora hasta verlo llegar sonriente, complacido, maduro, feliz por el umbral de la puerta. La sensación de mis pulmones fue como si pudieran por fin recibir el aire necesario, contemplarle fue un momento maravilloso, me quedé sin palabras (y sin uñas). Se sentó al borde de la cama a contarme todas aquellas aventuras por las que se había alargado el entrenamiento y lo que fueron a hacer él y sus amigos después y antes del entrenamiento (digamos que eran cuestiones de “cuates” buenos y sanos).

                Seguía platicando al borde de la cama mientras yo sentía una mezcla rara de orgullo al ver el adolescente en quien se ha convertido y el terrible dolor que me implica el dejarle volar, el permitir que vaya al mundo sin mí, sin su papá y tengamos que esperar pacientemente (aunque los minutos se vuelvan horas) a que cruce el umbral del nido, y se siente a platicarnos de la vida que hasta hace poco vivíamos simultáneamente a su lado…

                No pronuncié palabra, estaba muda sin saber a ciencia cierta las palabras adecuadas, la actitud necesaria o el sentimiento apropiado. Disfruté su sonrisa tímida diciendo perdón por llegar tarde, seguida de una franca carcajada por las aventuras vividas en ese mundo en el que ahora vuela y debe volar con alas propias. Terminado el relato, traté de conciliar el sueño…..que en realidad no puedo definir como pesadilla,  pero si me hizo pensar en este nuevo reto que presenta el ser padres de un adolescente.

                Durante el sueño pude ver con mucha claridad cómo se escapaban de una “pecera” pequeña (1.5 lt.)  Y llena de agua varias mariposas. Pasé buen rato tratando de atraparlas, sin lastimarlas, al aire libre; recuerdo con claridad una de espléndidos colores cuya ala salió lastimada cuando la metí a la pecera. Recuerdo también estar pensando (mientras soñaba) si no era peligroso el meter a las mariposas en el agua, pues no era su hábitat natural y que en la vida real les hubiera significado la muerte. Fueron 7 u 8 horas de sueño o pesadilla que me han dejado reflexionando todo el día; además claro está de unas tremendas ojeras y un cansancio indescriptible.

                Las mariposas representan la nueva etapa la adolescencia, ese momento crucial en el que las decisiones son (en la medida de lo razonable) de ellos, donde no podemos protegerlos más, sino simplemente aconsejarles (si lo piden), amarlos de manera incondicional, nutrirles su autoestima para que puedan salir a conquistar al mundo, darles herramientas que les permitan tomar decisiones adecuadas y la fortaleza para que se levanten cuando se caen o se equivocan. Pero finalmente inician sus primeros pasos en el mundo y los veremos darlos con la misma angustia con la que lo contemplamos dar el primer paso, la primera tambaleada o el primer “solito” (donde se suelta por primera vez para pararse solo). Por eso las mariposas volaban….como mi hijo, y me corresponde alentarle, apoyarle no perseguirlo para meterlo en  un ambiente que ya no corresponde. No puedo, ni debo meterlo a la pecera con agua, porque ahogaría sus sueños, sus iniciativas, le impediría ser todo aquello para lo que fue creado; puede ser, que como en mi sueño se lastime una ala por mi miedo a que vuele y no sea capaz de lanzarse.

                Mi subconsciente (aun dormida) ayudaba, pues sabía en mi interior que las mariposas no son para vivir en una pecera con agua, como un adolescente ya no puede vivir bajo las alas de sus padres, puede y debe aprender a volar solo con la compañía nuestra, cuando la requiera, o bien quedarnos (a veces sin respirar) esperando a que retorne de sus vuelos de ensayo, que serán cada vez más largos, cada vez más aventurados, pero también proporcionales a lo que será su crecimiento y su felicidad. Nos corresponde el trabajo de los señores que en el aeropuerto orientan al piloto para el aterrizaje, que le informan de las condiciones del tiempo, pero nunca lo suplantan.

                Ver a un hijo crecer, volar es un sueño hecho realidad, siempre sabiendo que nos tocará en el camino una que otra pesadilla causada solo por el inmenso amor que desearía evitarles dolores y caídas, pero que nos lleva también a vencernos, a vencer miedos y los propios límites para dar paso a la grandeza que Dios ha querido confiarnos: Un hijo y ahora un hijo adolescente.