Y del amor… ¿qué?
Ing.
Karina Talamás de Cadena Junio 2012
Hoy en día
se habla de amor por todos lados, en las
canciones (algunas a favor, algunas en contra), en películas, videos, novelas.
Busqué la definición y encontré en el diccionario de la Real Academia Española
la siguiente definición: “Sentimiento intenso del ser humano
que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y
unión con otro ser. “ Sin embargo esta no llega más que a la parte más básica, a una
definición a medias de lo que es en realidad.
No me
considero con los conocimientos, o la capacidad de dar una definición propia
del amor, pero si puedo decir que tengo la fortuna de haberlo visto y vivido de
muchas maneras a diario. ¿Quién que goce
del don de amar y ser amado, puede a
veces sentir ausente el sentimiento y sin embargo, saber que se daría
hasta la vida por su esposo u esposa?¿Quién no siente el corazón romperse tras
la desilusión de un hijo que llora entre nuestros brazos?¿Quien no desea correr
a los brazos de su madre después de tener a su primer hijo para decirle un
“gracias mamá”, que las palabras no pueden expresar?¿Quien no ha contemplado a un
niño en la calle sentado entre tierra, jugando con un pedazo de cartón o una
piedra, y enviarle a lo lejos a su madre (que está vendiendo chicles) la más
dulce sonrisa de amor y agradecimiento?¿Quien no ha visto arrodillarse con la
edad avanzada en las rodillas a una persona ante Jesús Eucaristía?¿Quien no ha
tenido que sonreír y dar esperanza cuando por dentro se siente desgarrada?¿Quien
no sonríe ante la dulce imagen de dos enamorados de 20 o de 80 años?. Todos sin
duda conocemos el amor, el verdadero, no el impostor que nos venden barato en
el mundo hoy.
El amor
verdadero, el que es para siempre, no se encuentra en un disco, ni en
aplicaciones, ni en el ciberespacio. Ese amor se encuentra en todas partes
esperando a ser descubierto, nos sorprende a cada paso, en la sonrisa del
desconocido, en la amabilidad de quien nos abre una puerta, en aquellos que
pronuncian “Que Dios lo bendiga”, pero sobre todas las cosas lo encontramos en
aquel que por amor se hizo hombre y espera cada minuto por nosotros, con el
corazón en llamas y los brazos abiertos; el amor que busca el corazón del
hombre y la mujer, puede sentirse pleno solo cuando se acerca a Dios, cuando el
llena nuestras expectativas por ser el único que nunca falla, que nunca
abandona, que siempre ama. Y entonces cuando nosotros le damos entrada, podemos
sentir la gran necesidad de darlo a otros, es ahí cuando somos capaces de
romper el caparazón del egoísmo y los propios límites, cuando entiendo que no
soy yo, sino El quien todo lo puede y en los misterios de su amor ha querido
contar con nosotros para amar y comprender a los demás.
Es ahí
cuando miramos la cruz, que entendemos que no amamos para ser felices, sino para hacer feliz
al otro; cuando se da la vida por el bien de los demás, se encuentra
paradójicamente el bien propio y la ansiada felicidad. Pero es difícil amar con
esta medida, sin la experiencia de sentirse amado por El. Así que haz la
prueba, ama (como decía Santa Teresa) hasta que duela. O bien nos quedamos con
la frase de San Agustín “Ama y haz lo que quieras”.
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