Por Karina Talamás de Cadena Junio
2012-06-06
Últimamente hemos visto aparecer en
las películas y en la televisión diferentes versiones de los cuentos de
princesas y por lo tanto príncipes. Entre uno de los que más me gusta es el de
“La Bella Durmiente”.
En mi opinión la vida no es tan
diferente a los cuentos. Cada uno de nosotros elige el papel que quiere
representar, no sólo en su propia historia, sino en la historia universal.
Podemos ser como la Bella durmiente, pasar una vida feliz, querida, pero en
algún momento dejarnos engañar (a pesar de las advertencias de las hadas que
son nuestra conciencia) y caer en el letargo de un profundo sueño. Este sueño
puede ser la mediocridad en lo que hacemos; la ira constante en nuestra
actitud; el negativismo en el que culpamos a todos; las excusas que me repito
para no cambiar o hacer lo que debo; el materialismo que no me llena pero del que
no puedo abstener; el relativismo que me lleva a no comprometerme con algún
ideal, ni a ningún apostolado; la crítica constante; y así podríamos seguir
enumerando múltiples letargos que nos llevan a un sueño tan profundo que puede desperdiciarse
en ello la vida.
Por otro lado tenemos a los
príncipes valientes, aquellos que luchan por amor, aquellos que con la espada
de la generosidad van rompiendo las enredaderas y espinas de los dolores, de
los desaires, de las críticas, del desánimo que seguramente se encuentran al
inicio del camino. Después se enfrentará al grandísimo monstruo del propio egoísmo, del
apego, de los defectos, se enfrentará a esa bestia grande que a menudo nos
parece que no podremos vencer, pero que como diría San Pablo, el amor todo lo
puede.
Es así como podemos contemplar
nuestra vida, y elegir el rol que deseamos tener. En definitiva se ve tentador
el dormir placenteramente, mientras el mundo gira alrededor, pero nos
perderemos lo mejor que tenemos: la vida que Dios nos dio y la felicidad de
explotar nuestros dones. Por otro lado hay que notar que en nuestra sociedad
actual existe una gran demanda de príncipes (masculinos y femeninos) que sean
capaces de luchar por despertar no solo a una persona, sino a muchas, para que
a su vez rompan poco a poco, cada una el hechizo maléfico de un mundo que no se
arreglará solo y que requiere de muchos príncipes capaces de pelear batallas,
en donde a menudo se sentirán a punto de la derrota, sin embargo sabiendo que
Dios está presente, no puede borrarse del escudo de nuestra Fe el que “Todo lo
puedo en aquel que me conforta”, sin El no somos nada, con El somos guerreros
invencibles, con errores humanos, con espinas, con monstruos, pero en la medida
que sea El y no nosotros quien pelee, entonces podemos tener la esperanza
certera de que hemos ganado y que por una sola bella durmiente que despierte
para tomar el escudo, la espada y esté dispuesta a acompañarnos en la lucha…
entonces no habrá cansancio en vano, ni amor no correspondido, solo habrá la
paz de haber vivido para servir; tal como se ha dicho “El que no vive para
servir, no sirve para vivir”, viviendo así seguro podremos escribir al final
del nuestra vida…y vivieron felices por siempre.
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